El ministro de Defensa, Pedro Morenés,
afirmó en una respuesta parlamentaria el pasado abril que los problemas
detectados relacionados con el peso en el programa de submarinos S80 son habituales. Sin ir muy lejos, la misma empresa norteamericana contratada un año antes para evaluar esas dificultades, Electric Boat, ya se había enfrentado a unos contratiempos muy similares en su propio suelo: Estados Unidos,
superpotencia indiscutible en la construcción de sumergibles. En
aquella ocasión, los norteamericanos optaron por anular la construcción
de 26 de los 29 sumergibles Seawolf previstos por un encarecimiento del programa tras verse obligados a modificar el peso de las naves.
“Estados Unidos ha tenido exactamente el mismo caso [que el S-80], y precisamente de cómo ha reaccionado la Marina Americana y Electric Boat hemos aprendido muchísimas lecciones”, explica el director del Astillero de Cartagena –donde se construyen los S-80–, el almirante José Manuel Sanjurjo. Sanjurjo impartió una clase magistral (en la foto) en el 53º Congreso de Ingeniería Naval e Industria Marítima
el pasado otoño en Cartagena, y allí recordó el caso norteamericano,
del que, admite, “hemos extraído muchas soluciones que estamos aplicando
en nuestra transformación”, no sólo del submarino, sino del astillero al completo. Fabricar un submarino es un proceso tremendamente complejo no
exento de riesgos, subrayó en su ponencia. Por este motivo, añadió, no
es casualidad que los únicos capaces de fabricar diseños propios
“partiendo de cero son prácticamente los países del G-8, descontando a China”.
Un desarrollo de esta naturaleza “requiere una capacidad tecnológica,
industrial y de gestión de programas complejos importante, y eso lo
tienen muy pocos países”.
Cuando aparecieron las dificultades en el S-80 en 2013 el Ministerio de Defensa
encargó con rapidez a Electric Boat una auditoría para entender qué
estaba ocurriendo y buscar posibles soluciones. El trabajo fue breve,
“pero tremendamente preciso”, explica el responsable del astillero
cartagenero. En la confección de lo que Sanjurjo define como “radiografía perfecta
de lo que nos estaba pasando”, la empresa norteamericana jugó en su
auditoría con la ventaja de la experiencia que le aportó más de una
década antes el fracaso de la clase Seawolf.
Los SSN Seawolf se concibieron en plena guerra fría cuando Estados Unidos fue consciente de que la Unión Soviética
contaba con mejor tecnología en submarinos sigilosos, recordó el
director del astillero de Cartagena. El objetivo era lograr el
sumergible más silencioso de la época, lo que se consigue“normalmente a
costa del peso. Finalmente, añadió, “el Seawolf se les fue de peso y
cuando quisieron rectificar, y de una manera parecida a la que estamos
haciendo nosotros, aumentando su eslora y tal, se les fue de coste y el Congreso canceló el programa”. Al final únicamente se construyeron tres, una décima parte de lo previsto originalmente.
La decisión resultó traumática, apuntó Sanjurjo. Electric Boat no
desapareció “porque era una industria estratégica”, pero “se vio
obligada a despedir prácticamente al 50 por ciento de su plantilla e
inició un proceso de transformación bastante parecido al que estamos
haciendo nosotros. De hecho nosotros no estamos dando ahora un salto en
el vacía, sino que prácticamente estamos siguiendo aguas acomodando
nuestro caso a lo que en su momento hizo Electric Boat y la Marina
Americana”.
En Estados Unidos la solución llegó con el nacimiento de una nueva clase, menos costosa: la clase Virginia. Ahora, ante el problema del S-80
se tiró del llamado “Informe del Virginia”, en el que se recogen las
lecciones aprendidas con aquella clase que nació “como consecuencia de
la catástrofe del Seawolf”. “Realmente a nosotros nos sirvió”, explicó Sanjurjo en su ponencia
frente decenas de ingenieros navales. “Hombre, es un caso muy similar,
así que apliquemos las mismas lecciones que el Virginia”, se plantearon
en la empresa. “Nos sirvió mucho para sacar lecciones y aplicarlas a
nuestro caso”. En
resumen, apuntó, Electric Boat, cuando auditó al S-80 “más o menos lo
que vino a decir es” que además de “un problema de diseño del
submarino”, Navantia Cartagena también adolecía de “problemas
estructurales, organizativos, de comunicación interna, etc.”
“O nos transformamos o desaparecemos”
Una vez con el informe específico sobre el submarino español en la
mano, en Navantia “hicimos una autocrítica interna tremenda y lo
utilizamos como la brújula para todas las modificaciones que hemos
venido haciendo desde entonces”. De ahí que, junto al rediseño del
submarino, se optase por la “transformación” estructural del astillero. De hecho, concluyó, “llegamos a la conclusión de que o nos transformamos o desaparecemos”. Una vez con la solución encauzada, el almirante Sanjurjo recordaba en
su ponencia frente al auditorio especializado de Cartagena el panorama
desolador que se vivió en la empresa un año antes: “Teníamos una
producción lanzada a bastante velocidad y un diseño que era inviable.
Ya
os podéis imaginar lo que eso supone en un escenario industrial: parar
la producción, renegociar contratos, etc.” Además, apuntó, “todo esto
nos ocurrió probablemente en el peor momento: en plena crisis económica”
y en un importante escenario de transformación industrial. En un
momento así la empresa quedó eventualmente “fuera de un mercado tan
volátil como es el defensa”. Ahora, afirmó el jefe del astillero donde se construyen los
sumergibles españoles, el objetivo no sólo es recuperar esa presencia
ante los posibles clientes sino, además, aprovechar la profunda
transformación a la que se ha visto obligado el astillero para llegar en
mejores condiciones que la competencia. “Si queremos vender submarinos tenemos que jugar en primera división,
y ahí no se puede jugar con camisetas remendadas ni botas de segunda
mano: hay que ponerse las pilas”, concluyó el almirante. (Jesús.R.G.)
Fuente: http://www.infodefensa.com/
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