Cómo se vive en un carro de combate.

Cómo se vive en un carro de combate

Imagina un grupo de cuatro militares que, por su trabajo, deben pasar muchas horas juntos, cada uno de ellos está especializado en un tipo de misión y se desplazan en un vehículo casi imparable. No son 'El Equipo A', sino la tripulación del carro de combate Leopardo de 63 toneladas; ¿su lema? "Aprisa, duro, lejos".
La Brigada Acorazada 'Guadarrama' XII, cuya base está en El Goloso, en la carretera de Colmenar -hacia el norte de Madrid-, es la que tiene más potencia de fuego de todo el Ejército de Tierra, con 88 carros de combate Leopardo -de los cerca de 300 que hay en España-. Unos carros que, hasta el momento, no han sido enviados a ninguna misión en el extranjero, pero que ejercen una importante labor disuasoria ante cualquier tipo de enemigo y que, junto a sus tripulaciones están preparados para, en el plazo de apenas un mes, estar plenamente operativos y ser enviados a cualquier parte del mundo donde fuesen necesarios.


El soldado Adrián Díaz Parreño siempre supo que quería conducir uno de estos portentos acorazados de 63 toneladas, equipados con un cañón de 120 mm de calibre y un motor diésel de 1.500 CV, capaz de alcanzar los 70 km/h. Por eso, en cuanto cumplió los 18 años, no se lo pensó dos veces e ingresó en el Ejército. Tras pertenecer al Regimiento de Infantería Mecanizada 'Asturias' nº 31 como conductor de un vehículo de combate de infantería Pizarro, tuvo la oportunidad de convertirse en conductor de carro de combate.

"La sensación al conducir es de subida de adrenalina. Cuando después cojo mi coche, se me hace poca cosa", dice. Eso sí, "en el Leopardo siempre vas con mucha tensión". ¿Los motivos? Primero, por las 'capacidades' del vehículo que llevas entre manos -es uno de los mejores carros de combate del mundo, dispara con gran precisión, incluso cuando está en movimiento, hasta a 4 km de distancia, etc.- y, segundo, porque puede adentrarse en terrenos tan complicados como peligrosos: pendientes de hasta 60 grados de inclinación frontal y 30 lateral, donde gran parte del carro queda suspendido en el aire, corrientes de agua de cuatro metros de profundidad...


Los 'inquilinos' del carro

Pero Adrián nunca podría hacer solo su trabajo; de hecho, necesita que, por ejemplo, en las noches más oscuras, le dirija el jefe de carro, el sargento Samuel Rodríguez Vargas, que es el responsable del adiestramiento y eficacia operativa de la tripulación. Esta también incluye un tirador, el cabo José Luis Fuentes Mendoza -el que apunta y dispara el cañón-, y un cargador, el soldado Pablo Zapatero Plácido -que maneja y carga la munición-. Y, si bien cada uno tiene sus cometidos concretos, al final, cualquiera sabe hacer lo de todos: el jefe, porque así coordina la tripulación y puede mejorar su eficacia; los demás porque, en el día a día, aprenden a realizar las funciones de sus compañeros -si quieres saber qué hace cada uno, mira a la derecha-. 

"De esta forma, los puestos son intercambiables, algo que puede ser necesario si alguno causara baja", indica el sargento. Hemos estado con los cuatro para conocer cómo es su día a día y cómo se entrenan por si les envían a una misión. Cuando te acercas a un carro de combate, lo primero que te llama la atención es su volumen -mide 7,7 m de largo, 3,8 de ancho y 3 de alto-... y, lo segundo, lo 'estrecho' y angustioso que resulta su interior. El motivo es el espacio que 'roban' los equipos de última tecnología -visor de puntería óptica y térmica, sistema de visión nocturna, equipos de transmisiones, gestor del campo de batalla que, a través de una pantalla, es capaz de conectar los 88 vehículos del batallón para saber dónde están e, incluso, avisar de una amenaza, etc.-. Por eso, los tripulantes van en un hueco más que reducido en el que, las primeras veces, suelen sentir claustrofobia. 

Además, en los días más calurosos la temperatura en el habitáculo puede alcanzar los 45 grados y, en el exterior, la coraza quema. El conductor va situado en la parte delantera derecha de la barcaza -la parte baja del carro-; los demás van en la torre -la parte giratoria que está sobre la barcaza, donde van las armas-: el 'cargador' va a la izquierda; el jefe del carro va en la parte superior derecha y el tirador delante de él y debajo, con la cabeza entre las piernas de su jefe y sin apenas espacio; posiciones en las que tienen que permanecer horas y horas durante las maniobras. Algo que sucede, sobre todo, cuando se desplazan al campo de San Gregorio, al norte de Zaragoza, para adiestrarse en acciones de guerra real, donde pueden pasarse hasta... ¡72 horas! sin apenas salir del carro. Estas maniobras, que incluyen avances y repliegues, disparos diurnos y nocturnos, etc., son la verdadera prueba de fuego que muestra el nivel de preparación para un combate real. 

En este tipo de ejercicios se detecta en qué deben insistir las tripulaciones para perfeccionar su adiestramiento y estar listos para todo, porque se hace lo mismo que en una guerra: avanzar y replegarse coordinadamente con el resto de los carros del batallón, localizar e identificar objetivos, disparar el cañón, parado o moviéndose, recibir disparos -una situación muy tensa-, etc. Es, sin duda, la ocasión de exprimir todas las posibilidades del carro: "Cuando vas a toda velocidad campo a través y superas un saliente del terreno, el carro puede llegar a despegarse del suelo -parecido a lo que les pasa a los coches de rally-. Son sensaciones espectaculares -explica el conductor, que es el único que lleva cinturón de seguridad-... aunque luego oyes al tirador protestar porque se ha dado un golpe", dice. "Sí, son experiencias espectaculares... para él", bromea el cabo Fuentes, el tirador.


En caso de guerra, así vivirían dentro de un carro de combate

Y, aunque se trate de entrenamientos para un combate real, la tensión que se vive es constante y apenas pueden salir del vehículo lo justo para estirar las piernas. Por eso deben crear una 'hermandad' entre los cuatro tripulantes para trabajar y convivir lo mejor posible. "Intentas hacer vida normal, hablas de tus cosas y siempre buscas algún momento para salir, como una pausa en los 'ataques', una espera durante un cambio de posición de los carros, etc.", explica el sargento. "Por la noche, los tripulantes se alternan para la vigilancia, así que dormimos fuera, al raso, con la radio pegada a la oreja por si llega alguna orden", continúa.

¿Y para comer? "Llevamos la comida en el interior del carro, en cajas de ración con menús bastante completos para el desayuno, la comida y la cena; leche condensada, galletas y cereales, ensaladas, carne de vacuno o magro, salchichas, cocido... Y también incluye un hornillo para poder calentarla, algo que siempre intentamos... pero que nos obliga a salir fuera. Otras veces, por comodidad, optamos por un sándwich".

El momento más peligroso para la tripulación
En una misión real, el escenario donde un carro de combate es más vulnerable es en una ciudad -porque puede ser atacado desde las azoteas- o en un puente, ya que no tiene capacidad de maniobra. En cambio, en campo abierto, uno de los mayores peligros es... volcar. "Hace dos o tres años, el terreno cedió a nuestro paso y el carro volcó. Por suerte, no hubo heridos, pero nos dimos cuenta de lo frágiles que somos ahí dentro", indica el sargento.
En otra ocasión, mientras nuestros protagonistas se replegaban después de tres días de maniobras, en plena noche de lluvia, el carro quedó atascado en una zona embarrada. En estos casos, la única solución es 'echarse al barro' y montar unos gruesos cables de arrastre -llamados 'sirgas'- para que tiren de él uno o varios carros, o incluso el 'carro grúa' -un carro especial que, en lugar de la torre, lleva una potente grúa que se utiliza para las reparaciones, quitar y colocar los motores, etc.-. "Tuvimos que estar cinco horas, hasta que conseguimos sacarlo. En esas situaciones, no te queda otra que hacer piña con toda la tripulación", recuerda el cabo Fuentes, el 'tirador'.


Pero, hasta de las situaciones más complicadas salen anécdotas divertidas. "En un ejercicio íbamos detrás del carro del teniente jefe de nuestra sección -compuesta por cuatro carros- y él tenía que pasar por un lodazal. Le dijimos por radio que, según lo que nosotros estábamos viendo, la mejor opción era pasar por la derecha, pero él dijo que podía ir por la izquierda... y allí se quedó. Tuvimos que salir de nuestro carro, quitarnos el uniforme y, en botas y calzoncillos, meternos en el barro para ponerle las sirgas y que pudieran sacarlo del fango. Cuando ya estaban fuera, nos dijo que teníamos razón... y se ganó el 'indicativo' -el nombre clave para comunicarse por radio- de 'Ciénaga'. La gente cree que los elegimos nosotros [los indicativos]... pero nos lo ponen", recuerda el sargento Rodríguez Vargas.

Las averías más comunes en un carro de combate están relacionadas con el tren de rodaje -en una curva rápida puede salirse o romperse una cadena-, o con algún componente eléctrico que deje de funcionar -casi todos los sistemas del carro funcionan con electricidad- o lo haga mal por exceso de temperatura... Por suerte, el vehículo dispone de un sistema que 'avisa' de malos funcionamientos y averías -fugas de aceite o de gasoil, pérdidas de potencia, etc.- antes de que lleguen a parar el carro, por lo que da tiempo a solucionarlos. En estos casos, "todos comenzamos a investigar posibles causas", indica el jefe de la tripulación, porque "cuando trabajas con un vehículo de 63 toneladas, cualquier cosa puede funcionar mal y todos tenemos que estar preparados para resolver cualquier contratiempo".

Así es el día a día de la tripulación
Para que el adiestramiento para situaciones reales de un combate se perfeccione y los tripulantes estén plenamente operativos por si el Gobierno decide enviarlos a una misión real, los miembros de la Brigada 'Guadarrama' XII se preparan no sólo en el campo de maniobras, sino también en el día a día. Una jornada normal comienza a las 7:15 de la mañana con la 'lista de ordenanza' -donde se comprueba que están todos-. De 7.30 a 9.00 horas realizan educación física, con diversos tipos de ejercicios -carrera, tablas, gimnasio...- y se duchan. A las 9:30. Aunque cada integrante de la tripulación tiene sus cometidos concretos, también se adiestran en las tareas de los demás. 

Así, entre todos revisan las diversas partes de carro y llevan a cabo las tareas de mantenimiento 'de primer escalón' -las más básicas-. Como a veces estos trabajos específicos se llevan a cabo en poco tiempo y en otras se tarda horas, no se puede hablar de horarios fijos. Según el Plan de Instrucción del batallón, unos días el adiestramiento se realiza saliendo al campo con los carros, otros se hace en los simuladores -que evitan los desgastes naturales de sus piezas y los gastos en combustibles y municiones-. Otros días asisten a las clases de formación teórica de otras materias: topografía, inteligencia, primeros auxilios... Todo ello, sin olvidar su instrucción general de todo soldado: marchas a pie, tiro con armas individuales, defensa personal, etc.- (Jesús.R.G.)

Fuente: http://www.onemagazine.es/
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