Por qué hemos de recordar la misión española en Bosnia-Herzegovina.

El simbólico Stari Most (Puente Viejo) de Mostar, ya reconstruido. (Foto: M.A.Moya)

La de Bosnia-Herzegovina fue la primera misión internacional en la que intervinieron operativamente contingentes de soldados españoles y fue la que abrió los ojos de una opinión pública que estaba, quizás, demasiado condicionada por el pasado militar de España. De hecho, gracias a esos soldados, y también, por qué no, a los periodistas que se hicieron eco de sus hazañas, las Fuerzas Armadas son, hoy en día, una de las instituciones más valoradas por los españoles… y gracias a su trabajo, sacrificio, entrega y abnegación contribuyeron a establecer la paz en el corazón de Europa. 

Esos soldados demostraron su solidaridad más allá de nuestras fronteras, y también sus capacidades militares, a la altura, y por encima, del resto de ejércitos europeos. Realizaron, en definitiva, una labor que fue reconocida por todas las comunidades implicadas en el conflicto –serbios, croatas y bosníacos- y que recibió, en 1993, el Premio ‘Príncipe de Asturias’ de Cooperación Internacional, como reconocimiento a su esfuerzo en pro de la reconciliación de los diversos pueblos de Bosnia-Herzegovina. 

Un punto de inflexión en la opinión sobre los militares 
En noviembre de 1992, la Resolución 776 del Consejo de Seguridad de la ONU dispuso el envío de fuerzas multinacionales, en misión humanitaria, a Bosnia-Herzegovina, donde el horror de la guerra y el sufrimiento de la población civil habían hechos presencia unos meses antes. 

Alrededor de 400.000 militares de 35 países, entre ellos España, comenzaron su despliegue en los Balcanes. Cuando las primeras tropas españolas fueron enviadas, por el Gobierno del entonces presidente Felipe González, a esta guerra fratricida –que desembocó en el desmembramiento de Yugoslavia-, la idea que la sociedad española tenía sobre ‘sus’ Fuerzas Armadas permanecía todavía anclada en un pasado que ya nada tenía que ver con las nuevas generaciones de militares que comenzaban a salir de las academias. Cuando el primer contingente español fue enviado a Bosnia-Herzegovina –la denominada Agrupación Táctica ‘Málaga-, bajo el mando del entonces coronel Francisco Javier Zorzo Ferrer y formado sobre la base del Tercio ‘Alejandro Farnesio’, IV de la Legión, la disolución de esta unidad de élite del Ejército de Tierra estaba ‘sobre la mesa’ en el Congreso de los Diputados, por diversos incidentes que habían protagonizado algunos de sus componentes. 

Pero las noticias que llegaban a España desde los Balcanes marcaron un punto de inflexión en la imagen que la sociedad tenía entonces de ‘sus’ Fuerzas Armadas. Los, hasta entonces, considerados “conflictivos legionarios” se estaban jugando la vida en una guerra que se estaba produciendo en pleno corazón de Europa; y lo hacían, no sólo para defender los intereses de España más allá de nuestras fronteras, sino para ayudar a una población que se desangraba en un conflicto interno que parecía no tener solución. Esa primera Agrupación española proporcionó ayuda humanitaria a los más necesitados –sin reparar en si eran bosníacos, croatas o serbios-, ayudó a evacuar heridos y refugiados, medió en el intercambio de prisioneros, proporcionó atención sanitaria a personal civil… Y esas informaciones fueron llegando, a través de los medios de comunicación, a los hogares de los españoles. Su Ejército, sus legionarios, ya no eran tan conflictivos; ahora estaban desarrollando una labor encomiable bajo bandera de Naciones Unidas, como ‘cascos azules’ de las Fuerzas de Protección de la ONU (UNPROFOR). 

Las bajas españolas en los Balcanes
Otras Agrupaciones Tácticas sucedieron a la ‘Málaga’. Fue precisamente la inmediatamente posterior, la Agrupación Táctica ‘Canarias’, la que sufrió la primera de las 23 bajas españolas que se produjeron en el conflicto de los Balcanes: el teniente de la Legión Arturo Muñoz Castellanos, herido grave por una granada de mortero el 13 de mayo de 1993 en Mostar, cuando transportaba con su sección plasma sanguíneo al hospital musulmán de dicha ciudad. Una placa, situada junto al lugar en el que falleció, sigue recordando aquel fatídico momento. 

Fue en aquella primera época cuando ingenieros españoles montaron una pasarela en el simbólico y destruido -por bombardeos del entonces Ejército yugoslavo- Stari Most (Puente Viejo) de la ciudad de Mostar, para comunicar ambos lados de la ciudad bañada por las aguas del río Neretva, y emblemática para las tropas españolas, por ser la localidad donde más tiempo estuvo establecido el Cuartel General de los diferentes contingentes que desplegaron en la zona (más de 12 años, puesto que anteriormente estuvo en Medjugorje). Es precisamente en esta ciudad donde siempre se recordará el paso por tierras balcánicas de más de 43.000 militares españoles, y también quedarán en el recuerdo los 23 –uno de ellos era intérprete de las tropas- que perdieron la vida en el cumplimiento de su misión. La denominada Plaza de España de Mostar -donde se despidió en 2007 al último contingente que desplegaba en la zona y en la que se ha despedido, hace unos días, a los últimos oficiales que permanecían en el país balcánico instruyendo a las Fuerzas Armadas bosnias- es el único lugar (o espacio urbano) dedicado a un país extranjero en una zona en conflicto. 

Niños y adultos aprendieron a hablar español 
España también permanecerá en el recuerdo de muchos niños y adolescentes de las tres comunidades que combatieron entre sí –serbios, croatas y bosníacos- gracias al ‘Programa Cervantes’ que puso en marcha, en 1999, la Brigada Paracaidista –y que continuaron todos los contingentes posteriores- y a través del cual se enseñaron la lengua y cultura españolas a miles de estudiantes. 

Los ‘cascos azules’ españoles integrados en la UNPROFOR dieron paso, en diciembre de 1995, cuando estaba desplegada en la zona la Brigada de Montaña, bajo el mando del general Luis Palacios Zuasti, a las fuerzas de la OTAN. Tras la firma de los Acuerdos de Dayton, que ponían, al menos sobre el papel, fin a un conflicto que permaneció todavía latente durante años, las Agrupaciones Tácticas aumentaron al nivel de Brigadas Españolas en el marco de las Fuerzas de Implementación aliadas. 

Las “gracias” de la ciudad de Mostar 
Les siguieron las Fuerzas de Estabilización y, a partir del año 2005, la Unión Europea asumió el mando de las operaciones en la zona, cuando la región balcánica, ya dividida en tres países –Croacia, Bosnia-Herzegovina, y Serbia y Montenegro- comenzó a recuperar la normalidad, una normalidad que ahora es más efectiva que nunca por los deseos de Bosnia-Herzegovina de ingresar, como miembro de pleno derecho, en la Unión Europea. 

Los militares españoles que desplegaron en esta región de los Balcanes no sólo repartieron ayuda humanitaria, sino que contribuyeron a que la paz se instalase definitivamente en el corazón de Europa: realizaron miles de patrullas, desactivación de minas, escolta de convoyes, protección de desplazados, reconstrucción de infraestructuras, atenciones sanitarias… y así un largo etcétera de operaciones que fueron reconocidas y valoradas por la población de las tres comunidades, y por el alcalde de Mostar, Ljubo Beslic, con un sencillo: “Gracias por todo lo que habéis hecho”. (Jesús.R.G.)


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