El búnker en el que dispara la Infantería de Marina.


Son las 9.00 horas y medio centenar de militares del Segundo Batallón de Desembarco (BD-II) del Tercio de Armada (TEAR) de San Fernando esperan su turno, completamente equipados. Cinco de ellos son los primeros en pasar. Se van a encontrar con enemigos, pero también con ancianos o niños; van a sufrir explosiones de artefactos explosivos improvisados (IEDs) o morteros o se encontrarán con vehículos aéreos no tripulados (UAVs). Deberán saber a quién disparar, a quién no, defenderse y tener mucha puntería. Y todo dentro de una sala con una pantalla. Es el simulador militar Victrix, construido por la compañía Indra. Llegó al TEAR en 2014 y se inauguró en 2015. Desde entonces, cada año pasan por él unas 3.000 personas, 250 al mes, todas ellas personal de Infantería de Marina. 

Es uno de los cuatro con los que cuenta este cuerpo, ya que en Cartagena, Marín y Madrid la Infantería de Marina también dispone de sendos simuladores. «Aquí se pueden hacer todo tipo de ejercicios, poniendo los parámetros que se quieran, como el tipo de blanco, la distancia de tiro, la iluminación o la meteorología en escenarios 3D abiertos», explica el cabo primero Carlos de Gomar, uno de los operadores de la galería de tiro del Tercio de Armada y, por ende, del simulador. Además, cada unidad cuenta con sus propios técnicos formados por los controladores para que operen el Victrix montando los escenarios que necesitan, dependiendo de las operaciones o ejercicios que vayan a realizar o si practican para incorporarse a una misión internacional, por ejemplo, simulando el escenario del país en el que desplegarán. 

Reaccionar lo más rápido posible 
Los militares disparan o con pistola P9 o con fusil HK, ya que éste es el armamento que utiliza la Infantería de Marina. Las armas se cargan con dióxido de carbono (CO2) para que dispongan de retroceso, al igual que las reales. Además del ahorro de costes, ya que no se emplea munición real ni los infantes tienen que trasladarse al Campo de Adiestramiento del Retín, el simulador tiene otras ventajas. «El infante se adiestra en movimiento y adquiere memoria muscular, que es lo que necesita», explica el cabo primero Benis Fidel Bermeo, uno de los operadores del BD-II, batallón que los martes, por turnos, practica tiro, de tal forma que todos lo hacen, al menos, una vez al mes. 

«Aprendes a moverte por diferentes escenarios. Nosotros necesitamos tiro reactivo porque nos sirve por si nos enfrentamos a una amenaza saber reaccionar lo más rápido posible, discriminando objetivos», detalla su compañero, el también cabo primero Miguel Oyola. Los escenarios que eligen se enfocan a una misión, Malí, donde están desplegados militares del Tercio de Armada. «En todo momento nuestras capacidades técnicas y físicas tienen que estar lo más altas posible», puntualiza el soldado del BD-II José Javier Espinosa. 

Olor a pólvora 
Este simulador se encuentra dentro del edificio de la galería de tiro del Tercio de Armada. Es un búnker con muros de hormigón recubiertos de una plancha de acero, otra de madera y material antirrebote. Desde que se inauguró, en 2013, tiene registrados 1.200.000 impactos, unos 2.000 al día. 

Mientras que en la línea de tiro se sitúan los cinco que disparan, desde la sala de operadores se pone el escenario y se controla la seguridad. «Éste es el centro neurálgico de la galería», explica el sargento primero Javier Mota, uno de los ocho operadores de este centro. «Por tamaño y capacidad es una de la mejores de Europa», afirma el sargento primero Mota. «Los blancos (a 10, 25, 50 ó 100 metros) tienen la capacidad de reaccionar a los impactos, las lucen hacen efectos, cuenta con mucha capacidad de fuego e incluso podemos poner tiro dinámico nocturno», detalla. Antes de venir a la galería los militares aprenden a respirar y disparar sin munición en sus unidades. «Después pasan aquí, a tiro real. El que es novel se lleva una gran impresión, ya que el primer disparo conlleva olor a pólvora, sonido, fuerza... Cuando tu cuerpo asume esas sensaciones, entonces empiezas a aplicar el adiestramiento», asegura el sargento primero Mota. Antes de tirar se les da una charla de seguridad. 

Y además del control por cámaras que se lleva desde la sala de operadores, los tiradores están intercomunicados con esta sala y con los jefes de línea. Cada día, en dos turnos (de 9 a 11 y de 11 a 14 horas) de 50 personas cada uno, se realizan ejercicios en esta galería de tiro isleña, a la que también acuden a practicar personal de Guardia Civil, Policía Nacional, Ejército de Tierra y otras unidades de la Armada. Aunque, puntualiza el sargento primero Mota, «los usuarios principales son los infantes de Marina». Y concluye, «son ejercicios programados por el Tercio de Armada para que todo el mundo tenga la instrucción». Aquí, en este ambiente controlado, se practica la precisión, luego harán lo propio con el combate, pero esa es otra historia que tiene lugar en el Retín. (Jesús.R.G.)

Fuente:
https://www.lavozdigital.es

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